11 de enero de 2019

Los Hechos de los Apóstoles (Ellen G. White)
Capítulo 3
La gran comisión

Durante su ministerio, Jesús había mantenido constantemente ante los discípulos el hecho de que ellos habrían de ser uno con él en su obra de rescatar al mundo de la esclavitud del pecado. Cuando envió a los doce y más tarde a los setenta, a proclamar el reino de Dios, les estaba enseñando su deber de impartir a otros lo que él les había hecho conocer. En toda su obra, los estaba preparando para una labor individual, que se extendería a medida que el número de ellos creciese, y finalmente alcanzaría a las más apartadas regiones de la tierra. La última lección que dió a sus seguidores era que se les habían encomendado para el mundo las alegres nuevas de la salvación.

Cuando llegó el momento en que debía ascender a su Padre, Cristo condujo a los discípulos hasta Betania. Allí se detuvo, y ellos se reunieron en derredor de él. Con las manos extendidas en ademán de bendecir, como asegurándoles su cuidado protector, ascendió 24 Los Hechos de los Apóstoles lentamente de entre ellos. “Y aconteció que bendiciéndolos, se fué de ellos; y era llevado arriba al cielo.” Lucas 24:51.

Mientras los discípulos estaban mirando arriba para recibir la última vislumbre de su Señor que ascendía, él fué recibido en las gozosas filas de los ángeles celestiales. Mientras estos ángeles lo escoltaban a los atrios de arriba, cantaban triunfalmente: “Reinos de la tierra, cantad a Dios, cantad al Señor; al que cabalga sobre los cielos de los cielos.... Atribuid fortaleza a Dios: sobre Israel es su magnificencia, y su poder está en los cielos.” Salmos 68:32-34. Los discípulos estaban todavía mirando fervientemente hacia el cielo cuando “he aquí, dos varones se pusieron junto a ellos en vestidos blancos; los cuales también les dijeron: Varones Galileos, ¿qué estáis mirando al cielo? este mismo Jesús que ha sido tomado desde vosotros arriba en el cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.” Hechos 1:10, 11.

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