28 de enero de 2019
Los Hechos de los Apóstoles (Ellen G. White)
Capítulo 6
A la puerta del templo
A la puerta del templo
Los apóstoles hablaron claramente del gran pecado cometido por los judíos al rechazar y dar muerte al Príncipe de la vida; pero tuvieron cuidado de no sumir a sus oyentes en la desesperación. “Mas vosotros al Santo y al Justo negasteis—dijo Pedro,—y pedisteis que se os diese un homicida; y matasteis al Autor de la vida, al cual Dios ha resucitado de los muertos; de lo que nosotros somos testigos.” “Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros príncipes. Empero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer.” Declaró que el Espíritu Santo los estaba llamando a arrepentirse y convertirse, y les aseguró que no había esperanza de salvación sino por la misericordia de Aquel a quien ellos habían crucificado. Solamente mediante la fe en él podían ser perdonados sus pecados.
“Así que, arrepentíos y convertíos—exclamó,—para que sean borrados vuestros pecados; pues que vendrán los tiempos del refrigerio de la presencia del Señor.”
“Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios concertó con nuestros padres, diciendo a Abraham: Y en tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra. A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, le envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad.”
Así los discípulos predicaron la resurrección de Cristo. Muchos de los oyentes estaban aguardando este testimonio, y cuando lo oyeron, creyeron. Les recordó las palabras que Cristo había hablado, y se unieron a las filas de los que aceptaron el Evangelio. La semilla que el Salvador había sembrado nació y dió fruto.
Mientras los discípulos estaban hablando al pueblo, “sobrevinieron los sacerdotes, y el magistrado del templo, y los Saduceos, resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de los muertos.”
Después de la resurrección de Cristo, los sacerdotes habían difundido lejos y cerca el falso informe de que su cuerpo había sido robado por los discípulos mientras la guardia romana dormía. No es sorprendente que se disgustaran cuando oyeron a Pedro y Juan predicando la resurrección de Aquel a quien ellos habían asesinado. Especialmente los saduceos se excitaron muchísimo. Sentían que su más arraigada doctrina estaba en peligro, y que su reputación estaba comprometida.
Rápidamente crecía el número de los convertidos a la nueva fe, y tanto los fariseos como los saduceos convinieron en que si no ponían restricciones a estos nuevos instructores, su propia influencia peligraría aun más que cuando Jesús estaba en la tierra. Por lo tanto, el magistrado del templo, con la ayuda de algunos saduceos, prendió a Pedro y a Juan, y los encerró en la cárcel, pues ya era demasiado avanzada la tarde del día para someterlos a un interrogatorio.
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