12 de abril de 2019

Los Hechos de los Apóstoles (Ellen G. White)
Capítulo 22
Tesalónica

“He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma toma contentamiento: he puesto sobre él mi espíritu, dará juicio a las gentes. No clamará, ni alzará, ni hará oír su voz en las plazas. No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare: sacará el juicio a verdad. No se cansará, ni desmayará, hasta que ponga en la tierra juicio; y las islas esperarán su ley.” Isaías 42:1-4

Con convincente poder, Pablo arguyó, fundado en los escritos del Antiguo Testamento, que “convenía que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos.” ¿No había profetizado Miqueas: “Con vara herirán sobre la quijada al juez de Israel”? Miqueas 5:1. ¿Y no había profetizado de sí mismo el Prometido, por medio de Isaías; “Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban el cabello: no escondí mi rostro de las injurias y esputos”? Isaías 50:6. Mediante el salmista, Cristo había predicho el trato que iba a recibir de los hombres: “Yo soy ... oprobio de los hombres, y desecho del pueblo. Todos los que me ven, escarnecen de mí; estiran los labios, menean la cabeza, diciendo: Remítese a Jehová, líbrelo; sálvele, puesto que en él se complacía.” “Contar puedo todos mis huesos; ellos miran, considéranme. Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.” “He sido extrañado de mis hermanos, y extraño a los hijos de mi madre. Porque me consumió el celo de tu casa; y los denuestos de los que te vituperaban, cayeron sobre mí.” “La afrenta ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado: y esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo: y consoladores, y ninguno hallé.” Salmos 22:6-8, 17, 18; 69:8, 9, 20

¡Cuán inconfundiblemente claras eran las profecías de Isaías respecto a los sufrimientos y la muerte de Cristo! “¿Quién ha creído a nuestro anunció?—pregunta el profeta—¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Y subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca: no hay parecer en él, ni hermosura: verlo hemos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto: y como que escondimos de él el rostro, fué menospreciado, y no lo estimamos. 

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades,y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fué por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados. 

“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino: mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca: como cordero fué llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. De la cárcel y del juicio fué quitado; y su generación ¿quién la contará? Porque cortado fué de la tierra de los vivientes; por la rebelión de mi pueblo fué herido.” Isaías 53:1-8

Aun la forma de su muerte había sido prefigurada. Como la serpiente de metal había sido levantada en el desierto, así iba a ser levantado el Redentor venidero, para que “todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Juan 3:16

“Y le preguntarán: ¿Qué heridas son éstas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fuí herido en casa de mis amigos.” Zacarías 13:6

“Dispúsose con los impíos su sepultura, mas con los ricos fué en su muerte; porque nunca hizo él maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento.” Isaías 53:9, 10

Pero el que iba a sufrir la muerte a manos de hombres impíos, se levantaría de nuevo como un vencedor del pecado y del sepulcro. Bajo la inspiración del Todopoderoso, el dulce cantor de Israel había dado testimonio de las glorias de la mañana de la resurrección. “También mi carne—proclamó alegremente—reposará segura. Porque no dejarás mi alma en el sepulcro; ni permitirás que tu santo vea corrupción.” Salmos 16:9, 10

Pablo mostró cuán estrechamente había ligado Dios el servicio de los sacrificios con las profecías relativas a Aquel que iba a ser llevado como cordero al matadero. El Mesías iba a dar su vida como “expiación por el pecado.” Mirando hacia adelante a través de los siglos las escenas de la expiación del Salvador, el profeta Isaías había testificado que el Cordero de Dios “derramó su vida hasta la muerte, y fué contado con los perversos, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.”

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