07 de junio de 2019

Los Hechos de los Apóstoles (Ellen G. White)
Capítulo 33
Trabajos y dificultades 

Los jóvenes que desean ejercer sus dones en la obra del ministerio, hallarán una lección útil en el ejemplo de Pablo en Tesalónica, Corinto, Efeso y otros lugares. Aunque era un orador elocuente y había sido escogido por Dios para hacer una obra especial, nunca desdeñó el trabajo, y nunca se cansó de sacrificarse por la causa que amaba. “Hasta esta hora—escribió a los corintios,—hambreamos, y tenemos sed, y estamos desnudos, y somos heridos de golpes, y andamos vagabundos; y trabajamos, obrando con nuestras manos; nos maldicen, y bendecimos: padecemos persecución, y sufrimos.” 1 Corintios 4:11, 12

Aunque era uno de los mayores maestros humanos, Pablo cumplía alegremente los deberes más humildes tanto como los más sublimes. Cuando en su servicio por el Señor las circunstancias parecían requerirlo, trabajaba voluntariamente en su oficio. Sin embargo, siempre se mantuvo dispuesto a abandonar su trabajo secular a fin de afrontar la oposición de los enemigos del Evangelio o aprovechar alguna oportunidad especial para ganar almas para Jesús. Su celo y laboriosidad son un reproche contra la indolencia y el deseo de comodidad. 

Pablo dió un ejemplo contra el sentimiento, que estaba entonces adquiriendo influencia en la iglesia, de que el Evangelio podía ser predicado con éxito solamente por quienes quedaran enteramente libres de la necesidad de hacer trabajo físico. Ilustró de una manera práctica lo que pueden hacer los laicos consagrados en muchos lugares donde la gente no está enterada de las verdades del Evangelio. Su costumbre inspiró en muchos humildes trabajadores el deseo de hacer lo que podían para el adelanto de la causa de Dios, mientras se sostenían al mismo tiempo con sus labores cotidianas. Aquila y Priscila no fueron llamados a dedicar todo su tiempo al ministerio del Evangelio; sin embargo, estos humildes trabajadores fueron usados por Dios para enseñar más perfectamente a Apolos el camino de la verdad. El Señor emplea diversos instrumentos para el cumplimiento de su propósito; mientras algunos con talentos especiales son escogidos para dedicar todas sus energías a la obra de enseñar y predicar el Evangelio, muchos otros, a quienes nunca fueron impuestas las manos humanas para su ordenación, son llamados a realizar una parte importante en la salvación de las almas. 

Hay un gran campo abierto ante los obreros evangélicos de sostén propio. Muchos pueden adquirir una valiosa experiencia en el ministerio mientras trabajan parte de su tiempo en alguna clase de labor manual; y por este método pueden desarrollarse poderosos obreros para un servicio muy importante en campos necesitados. 

El abnegado siervo de Dios que trabaja incansablemente en palabra y doctrina, lleva en su corazón una pesada carga. No mide su trabajo por horas. Su salario no influye en su labor, ni abandona su deber por causa de las condiciones desfavorables. Recibió del cielo su comisión, y del cielo espera su recompensa cuando haya terminado el trabajo que se le ha confiado.

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