14 de junio de 2019
Los Hechos de los Apóstoles (Ellen G. White)
Capítulo 35
La salvación ofrecida a los judíos
La salvación ofrecida a los judíos
Aunque Israel rechazó a su Hijo, Dios no los rechazó a ellos. Escuchemos cómo continúa Pablo su argumento: “Digo pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy Israelita, de la simiente de Abraham, de la tribu de Benjamín. No ha desechado Dios a su pueblo, al cual antes conoció. ¿O no sabéis qué dice de Elías la Escritura? como hablando con Dios contra Israel dice: Señor, a tus profetas han muerto, y tus altares han derruído; y yo he quedado solo, y procuran matarme. Mas ¿qué le dice la divina respuesta? He dejado para mí siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal. Así también, aun en este tiempo han quedado reliquias por la elección de gracia.”
Israel había tropezado y caído, pero esto no hacía imposible que se volviera a levantar. En respuesta a la pregunta: “¿Han tropezado para que cayesen?” el apóstol replica: “En ninguna manera; mas por el tropiezo de ellos vino la salud a los Gentiles, para que fuesen provocados a celos. Y si la falta de ellos es la riqueza del mundo, y el menoscabo de ellos la riqueza de los Gentiles, ¿cuánto más el henchimiento de ellos? Porque a vosotros hablo, Gentiles. Por cuanto pues, yo soy apóstol de los Gentiles, mi ministerio honró, por si en alguna manera provocase a celos a mi carne, e hiciese salvos a algunos de ellos. Porque si el extrañamiento de ellos es la reconciliación del mundo, ¿qué será el recibimiento de ellos, sino vida de los muertos?”
Era el propósito de Dios que su gracia se revelara entre los gentiles tanto como entre los israelitas. Esto había sido anunciado claramente en las profecías del Antiguo Testamento. El apóstol usa algunas de estas profecías en su argumento. “¿O no tiene potestad el alfarero—pregunta—para hacer de la misma masa un vaso para honra, y otro para vergüenza? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar la ira y hacer notoria su potencia, soportó con mucha mansedumbre los vasos de ira preparados para muerte, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, mostrólas para con los vasos de misericordia que él ha preparado para gloria; los cuales también ha llamado, es a saber, a nosotros, no sólo de los Judíos, mas también de los Gentiles? Como también en Oseas dice: Llamaré al que no era mi pueblo, pueblo mío; y a la no amada, amada. Y será, que en el lugar donde les fué dicho: Vosotros no sois pueblo mío: allí serán llamados hijos del Dios viviente.” Véase Oseas 1:10.
A pesar del fracaso de Israel como nación, había entre ellos un buen remanente que se salvaría. En el tiempo del advenimiento del Salvador, había hombres y mujeres fieles que habían recibido con alegría el mensaje de Juan el Bautista, y habían sido inducidos así a estudiar de nuevo las profecías concernientes al Mesías. Cuando se fundó la iglesia cristiana primitiva, estaba compuesta de estos fieles judíos que reconocieron a Jesús de Nazaret como Aquel cuyo advenimiento habían anhelado. A este remanente se refiere Pablo cuando escribe: “Si el primer fruto es santo, también lo es todo, y si la raíz es santa, también lo son las ramas.”
Pablo compara el residuo de Israel a un noble olivo, algunas de cuyas ramas habían sido cortadas. Compara a los gentiles a las ramas de un olivo silvestre, injertadas en la cepa madre. “Que si algunas de las ramas fueron quebradas—escribe a los creyentes gentiles,—y tú, siendo acebuche, has sido ingerido en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la grosura de la oliva; no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. Pues las ramas, dirás, fueron quebradas para que yo fuese ingerido. Bien: por su incredulidad fueron quebrados, mas tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, antes teme, que si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco no perdone. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios: la severidad ciertamente en los que cayeron; mas la bondad para contigo, si permanecieres en la bondad; pues de otra manera tú también serás cortado.”
Por la incredulidad y el rechazamiento del propósito del Cielo para con él, Israel como nación había perdido su relación con Dios. Pero Dios podía unir a la verdadera cepa de Israel las ramas que habían sido separadas de la cepa madre: el residuo que había permanecido fiel al Dios de sus padres. “Y aun ellos—declara el apóstol respecto a las ramas quebradas,—si no permanecieren en incredulidad, serán ingeridos; que poderoso es Dios para volverlos a ingerir.” “Si tú—escribe a los gentiles—eres cortado del natural acebuche, y contra natura fuiste ingerido en la oliva, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán ingeridos en su oliva?
“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis acerca de vosotros mismos arrogantes: que el endurecimiento en parte ha acontecido en Israel, hasta que haya entrado la plenitud de los Gentiles; y luego todo Israel será salvo; como está escrito: Vendrá de Sión el Libertador, que quitará de Jacob la impiedad; y éste es mi pacto con ellos, cuando quitare sus pecados. Así que, cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros: mas cuanto a la elección, son muy amados por causa de los padres. Porque sin arrepentimiento son las mercedes y la vocación de Dios. Porque como también vosotros en algún tiempo no creísteis a Dios, mas ahora habéis alcanzado misericordia por la incredulidad de ellos; así también éstos ahora no han creído, para que, por la misericordia para con vosotros, ellos también alcancen misericordia.
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