20 d emayo de 2019

Los Hechos de los Apóstoles (Ellen G. White)
Capítulo 30
Llamamiento a alcanzar una norma mas alta

Al referirse a estas carreras como figura de la lucha cristiana, Pablo recalcó la preparación necesaria para el éxito de los contendientes en la carrera: la disciplina preliminar, el régimen alimenticio abstemio, la necesidad de temperancia. “Y todo aquel que lucha—declaró,—de todo se abstiene.” Los corredores renunciaban a toda complacencia que tendería a debilitar las facultades físicas, y mediante severa y continua disciplina, desarrollaban la fuerza y resistencia de sus músculos, para que cuando llegase el día del torneo, pudieran exigir el mayor rendimiento a sus facultades. ¡Cuánto más importante es que el cristiano, cuyos intereses eternos están en juego, sujete sus apetitos y pasiones a la razón y a la voluntad de Dios! Nunca debe permitir que su atención sea distraída por las diversiones, los lujos o la comodidad. Todos sus hábitos y pasiones deben estar bajo la más estricta disciplina. La razón, iluminada por las enseñanzas de la Palabra de Dios y guiada por su Espíritu, debe conservar las riendas del dominio. 

Y después de haber hecho esto, el cristiano debe hacer el mayor esfuerzo a fin de obtener la victoria. En los juegos de Corinto, los últimos pocos tramos de los contendientes de la carrera eran hechos con agonizante esfuerzo por conservar la velocidad. Así el cristiano, al acercarse a la meta, avanzará con más celo y determinación que al principio de su carrera.

Pablo presenta el contraste entre la perecedera guirnalda de laurel recibida por el vencedor de las carreras pedestres, y la corona de gloria inmortal que recibirá el que corra triunfalmente la carrera cristiana. “Ellos, a la verdad—declara,—para recibir una corona corruptible; mas nosotros, incorruptible.” Para obtener una recompensa perecedera, los corredores griegos no escatimaban esfuerzo ni disciplina. Nosotros estamos luchando por una recompensa infinitamente más valiosa, la corona de la vida eterna. ¡Cuánto más cuidadoso debería ser nuestro esfuerzo, cuánto más voluntario nuestro sacrificio y abnegación! 

En la Epístola a los Hebreos se señala el propósito absorbente que debería caracterizar la carrera cristiana por la vida eterna: “Dejando todo el peso del pecado que nos rodea, corramos con paciencia la carrera que nos es propuesta, puestos los ojos en el Autor y consumador de la fe, en Jesús.” Hebreos 12:1, 2. La envidia, la malicia, los malos pensamientos, las malas palabras, la codicia: éstos son pesos que el cristiano debe deponer para correr con éxito la carrera de la inmortalidad. Todo hábito o práctica que conduce al pecado o deshonra a Cristo, debe abandonarse, cualquiera que sea el sacrificio. La bendición del cielo no puede descender sobre ningún hombre que viola los eternos principios de la justicia. Un solo pecado acariciado es suficiente para degradar el carácter y extraviar a otros. 

“Y si tu mano te escandalizare—dijo el Salvador,—córtala: mejor te es entrar a la vida manco, que teniendo dos manos ir a la Gehenna, al fuego que no puede ser apagado.... Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo: mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en la Gehenna.” Marcos 9:43-45. Si para salvar el cuerpo de la muerte debería cortarse el pie o la mano, o hasta sacarse el ojo, ¡cuánto más fervientemente debiera el cristiano quitar el pecado, que produce muerte al alma!

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