15 de mayo de 2019
Los Hechos de los Apóstoles (Ellen G. White)
Capítulo 29
Amonestación y súplica
Amonestación y súplica
Pablo había escrito brevemente a la iglesia, y los había amonestado a no asociarse con los miembros que persistieran en la disolución; pero muchos de los creyentes pervirtieron el significado de las palabras del apóstol, sutilizaron respecto a ellas, y se excusaron por desatender su instrucción.
La iglesia le envió a Pablo una carta, en la que le pedía consejo respecto a varios asuntos, pero no decía nada de los graves pecados que existían entre ellos. Sin embargo, el Espíritu Santo impresionó fuertemente al apóstol en el sentido de que se le ocultaba la verdadera condición de la iglesia, y que con esa carta se intentaba arrancarle declaraciones que los que la habían escrito pudieran interpretar de modo que sirvieran a sus propósitos personales.
Por entonces llegaron a Efeso algunos miembros de la casa de Cloé, familia cristiana de excelente reputación en Corinto. Pablo les preguntó en cuanto al estado de las cosas, y ellos le dijeron que la iglesia estaba desgarrada por divisiones. Las disensiones que habían prevalecido en el tiempo de la visita de Apolos habían aumentado grandemente. Algunos falsos maestros estaban induciendo a los miembros a despreciar las instrucciones de Pablo. Las doctrinas y los ritos del Evangelio habían sido pervertidos. El orgullo, la idolatría, y la sensualidad estaban creciendo constantemente entre aquellos que habían sido una vez celosos en la vida cristiana.
Cuando se le presentó este cuadro, Pablo vió que sus peores temores se realizaban con creces. Pero no por eso dió rienda suelta al pensamiento de que su trabajo había sido un fracaso. Con “angustia del corazón” y “con muchas lágrimas,” pidió consejo a Dios. De buena gana hubiera visitado en seguida a Corinto, si éste hubiera sido el proceder más sabio. Pero sabía que en la condición en que estaban entonces, los creyentes no serían beneficiados por sus labores, y por lo tanto envió a Tito a fin de que preparara el terreno para una visita suya ulterior. Entonces, dejando de lado todo sentimiento personal sobre el proceder de aquellos cuya conducta revelaba tan extraña perversidad, y conservando su alma apoyada en Dios, el apóstol escribió a la iglesia de Corinto una de las más ricas, más instructivas, más poderosas de todas sus cartas.
Con notable claridad procedió a contestar las diversas preguntas que le hizo la iglesia, y a sentar principios generales que, si los seguían, los conducirían a un plano espiritual más elevado. Ellos estaban en peligro, y él no podía soportar el pensamiento de que dejara de alcanzar sus corazones en ese tiempo crítico. Les advirtió fielmente de sus peligros y los reprendió por sus pecados. Les señaló de nuevo a Cristo, y trató de despertar nuevamente el fervor de su primera devoción.
El gran amor del apóstol a los creyentes corintios se reveló en su tierno saludo a la iglesia. Se refirió a lo que habían experimentado al volverse de la idolatría al culto y servicio del Dios verdadero. Les recordó los dones del Espíritu Santo que habían recibido, y les mostró que era privilegio de ellos progresar continuamente en la vida cristiana hasta alcanzar la pureza y la santidad de Cristo. “En todas las cosas sois enriquecidos en él—escribió,—en toda lengua y en toda ciencia; así como el testimonio de Cristo ha sido confirmado en vosotros: de tal manera que nada os falte en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo: el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis sin falta en el día de nuestro Señor Jesucristo.”
Des de ayer deseaba el resumen.. jajjaja confiaba en ti.. esperando estoy junio jejeje
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