03 de marzo de 2019

Los Hechos de los Apóstoles (Ellen G. White)
Capítulo 15
Librado de la cárcel

“Y en el mismo tiempo el rey Herodes echó mano a maltratar algunos de la iglesia.” 

El gobierno de Judea estaba entonces en manos de Herodes Agripa, bajo Claudio, emperador romano. Herodes ocupaba también el puesto de tetrarca de Galilea. Profesaba ser prosélito de la fe judaica, y aparentaba mucho celo por seguir las ceremonias de la ley judaica. Deseoso de obtener el favor de los judíos, y con la esperanza de asegurarse así sus cargos y honores, procedió a llevar a cabo los deseos de ellos persiguiendo a la iglesia de Cristo, despojando de casas y bienes a los creyentes, y encarcelando a los principales miembros de la iglesia. Encarceló a Jacobo, hermano de Juan, y mandó al verdugo matarlo a espada, como otro Herodes lo había hecho con el profeta Juan. Viendo que tales esfuerzos agradaban a los judíos, encarceló también a Pedro. 

Estas crueldades se practicaron durante la Pascua. Mientras los judíos estaban celebrando su liberación de Egipto, y aparentando gran celo por la ley de Dios, estaban al mismo tiempo transgrediendo todos los principios de esa ley, persiguiendo y asesinando a los creyentes en Cristo. 

La muerte de Jacobo causó gran pesar y consternación entre los creyentes. Cuando Pedro también fué encarcelado, toda la iglesia se puso a orar y ayunar. 

El acto de Herodes al dar muerte a Jacobo fué aplaudido por los judíos, aunque algunos se quejaron de la manera privada en que se había llevado a cabo, aseverando que una ejecución pública habría intimidado más cabalmente a los creyentes y a quienes simpatizaban con ellos. Herodes, por lo tanto, siguió custodiando a Pedro con la intención de complacer aún más a los judíos con el espectáculo público de su muerte. Pero hubo quienes sugirieron que no sería cosa segura sacar al veterano apóstol para ejecutarlo públicamente en Jerusalén. Temían que al verlo ir a la muerte, la multitud se compadeciese de él. 

Los sacerdotes y ancianos temían también que Pedro hiciese uno de esos poderosos llamamientos que con frecuencia habían incitado al pueblo a estudiar la vida y el carácter de Jesús, llamamientos que ellos no habían podido rebatir con todos sus argumentos. El celo de Pedro en defensa de la causa de Cristo había inducido a muchos a decidirse por el Evangelio, y los magistrados temían que si se le daba oportunidad de defender su fe en presencia de la multitud que había acudido a la ciudad para adorar, su liberación sería exigida al rey.

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