21 de marzo de 2019

Los Hechos de los Apóstoles (Ellen G. White)
Capítulo 17
Heraldos del evangelio

Y luego, habiendo hablado claramente del cumplimiento de profecías familiares concernientes al Mesías, Pablo les predicó el arrepentimiento y la remisión del pecado por los méritos de Jesús su Salvador. “Séaos pues notorio—dijo,—que por éste os es anunciada remisión de pecados; y de todo lo que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en éste es justificado todo aquel que creyere.” 

El Espíritu de Dios acompañó las palabras que fueron habladas, y fueron tocados los corazones. El apóstol apeló a las profecías del Antiguo Testamento, y su declaración de que éstas se habían cumplido en el ministerio de Jesús de Nazaret, convenció a muchos, que anhelaban el advenimiento del Mesías prometido. Y las palabras de seguridad del orador de que “el evangelio” de la salvación era para judíos y gentiles por igual, infundió esperanza y gozo a aquellos que no se contaban entre los hijos de Abrahán según la carne. 

“Y saliendo ellos de la sinagoga de los Judíos, los Gentiles les rogaron que el sábado siguiente les hablasen estas palabras.” Habiéndose disuelto finalmente la congregación, “muchos de los Judíos y de los religiosos prosélitos,” que habían aceptado las buenas nuevas que se les dieron ese día, “siguieron a Pablo y Bernabé; los cuales hablándoles, les persuadían que permaneciesen en la gracia de Dios.” 

El interés que despertó en Antioquía de Pisidia el discurso de Pablo, reunió, el sábado siguiente, “casi toda la ciudad a oír la palabra de Dios. Mas los Judíos, visto el gentío, llenáronse de celo, y se oponían a lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando. 

“Entonces Pablo y Bernabé, usando de libertad, dijeron: A vosotros a la verdad era menester que se os hablase la palabra de Dios; mas pues que la desecháis, y os juzgáis indignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los Gentiles. Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto para luz de los Gentiles, para que seas salud hasta lo postrero de la tierra. 

“Y los Gentiles oyendo esto, fueron gozosos, y glorificaban la palabra del Señor: y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna.” Se regocijaron sobremanera porque Cristo los reconocía como hijos de Dios, y con corazones agradecidos escucharon la palabra predicada. Los que creyeron fueron celosos en comunicar a otros el mensaje evangélico, y así “la palabra del Señor era sembrada por toda aquella provincia.”

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