20 de marzo de 2019
Los Hechos de los Apóstoles (Ellen G. White)
Capítulo 17
Heraldos del evangelio
Heraldos del evangelio
Después de la partida de Marcos, Pablo y Bernabé visitaron Antioquía de Pisidia, y el sábado fueron a la sinagoga de los judíos, y se sentaron. “Después de la lectura de la ley y de los profetas, los príncipes de la sinagoga enviaron a ellos, diciendo: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad.” Al ser invitado así a hablar, “Pablo, levantándose, hecha señal de silencio con la mano, dice: Varones Israelitas, y los que teméis a Dios, oíd.” Entonces pronunció un maravilloso discurso. Historió la manera en que el Señor había tratado con los judíos desde el tiempo de la liberación de la esclavitud egipcia, y cómo se había prometido un Salvador, de la simiente de David; y osadamente declaró que “de la simiente de éste, Dios, conforme a la promesa, levantó a Jesús por Salvador a Israel; predicando Juan delante de la faz de su venida el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel. Mas como Juan cumpliese su carrera, dijo: ¿Quién pensáis que soy? No soy yo él; mas he aquí, viene tras mí uno, cuyo calzado de los pies no soy digno de desatar.” Así predicó con poder a Jesús como el Salvador de los hombres, el Mesías de la profecía.
Habiendo hecho esta declaración Pablo dijo: “Varones hermanos, hijos del linaje de Abraham, y los que entre vosotros temen a Dios, a vosotros es enviada la palabra de esta salud. Porque los que habitaban en Jerusalem, y sus príncipes, no conociendo a éste, y las voces de los profetas que se leen todos los sábados, condenándole, las cumplieron.”
Pablo no vaciló en decir claramente la verdad acerca del rechazamiento del Salvador por los dirigentes judíos. “Y sin hallar en él causa de muerte—declaró el apóstol,—pidieron a Pilato que le matasen. Y habiendo cumplido todas las cosas que de él estaban escritas, quitándolo del madero, lo pusieron en el sepulcro. Mas Dios le levantó de los muertos. Y él fué visto por muchos días de, los que habían subido juntamente con él de Galilea a Jerusalem, los cuales son sus testigos al pueblo.
“Y nosotros también os anunciamos el evangelio—continuó el apóstol,—de aquella promesa que fué hecha a los padres, la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús: como también en el salmo segundo está escrito: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy. Y que le levantó de los muertos para nunca más volver a corrupción, así lo dijo: Os daré las misericordias fieles de David. Por eso dice también en otro lugar: No permitirás que tu Santo vea corrupción. Porque a la verdad David, habiendo servido en su edad a la voluntad de Dios, durmió, y fué juntado con sus padres, y vió corrupción. Mas aquel que Dios levantó, no vió corrupción.”
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