19 de marzo de 2019
Los Hechos de los Apóstoles (Ellen G. White)
Capítulo 17
Heraldos del evangelio
Heraldos del evangelio
Pablo y sus compañeros continuaron viaje a Perga de Panfilia. Su camino era penoso; afrontaban adversidades y privaciones, y estaban acosados por peligros por doquiera. En los pueblos y ciudades por los cuales pasaban y a lo largo de los caminos solitarios, estaban rodeados de peligros visibles e invisibles. Pero Pablo y Bernabé habían aprendido a confiar en el poder libertador de Dios. Sus corazones estaban llenos de ferviente amor por las almas que perecían. Como fieles pastores que buscaban las ovejas perdidas, no pensaban en su propia comodidad y conveniencia. Ovidándose de sí mismos, no vacilaban frente al cansancio, el hambre y el frío. No tenían sino un objeto en vista: la salvación de aquellos que se habían apartado lejos del redil.
Allí fué donde Marcos, abrumado por el temor y el desaliento, vaciló por un tiempo en su propósito de entregarse de todo corazón a la obra del Señor. No acostumbrado a las penurias, se desalentó por los peligros y las privaciones del camino. Había trabajado con éxito en circunstancias favorables; pero ahora, en medio de la oposición y los peligros que con tanta frecuencia asedian al obrero de avanzada, no supo soportar las durezas como buen soldado de la cruz. Tenía todavía que aprender a arrostrar el peligro, la persecución y la adversidad con corazón valiente. Al avanzar los apóstoles, y al sentir la aprensión de dificultades aun mayores, Marcos se intimidó, y perdiendo todo valor, se negó a avanzar, y volvió a Jerusalén.
Esta deserción indujo a Pablo a juzgar desfavorable y aun severamente por un tiempo a Marcos. Bernabé, por otro lado, se inclinaba a excusarlo por causa de su inexperiencia. Anhelaba que Marcos no abandonase el ministerio, porque veía en él cualidades que le habilitarían para ser un obrero útil para Cristo. En años ulteriores su solicitud por Marcos fué ricamente recompensada; porque el joven se entregó sin reservas al Señor y a la obra de predicar el mensaje evangélico en campos difíciles. Bajo la bendición de Dios y la sabia enseñanza de Bernabé, se transformó en un valioso obrero.
Pablo se reconcilió más tarde con Marcos, y le recibió como su colaborador, También lo recomendó a los colosenses como colaborador “en el reino de Dios,” y uno que me ha “sido consuelo.” Colosenses 4:11. De nuevo, no mucho antes de su muerte, habló de Marcos como uno que le era “útil para el ministerio.” 2 Timoteo 4:11.
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