23 de marzo de 2019

Los Hechos de los Apóstoles (Ellen G. White)
Capítulo 17
Heraldos del evangelio

Avanzando por la fe, Pablo trabajaba incesantemente por la edificación del reino de Dios entre aquellos que habían sido descuidados por los maestros de Israel. Exaltaba constantemente a Cristo Jesús como “Rey de reyes, y Señor de señores,” y exhortaba a los que creían a ser “arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe.” 1 Timoteo 6:15; Colosenses 2:7

Para los que creen, Cristo es un fundamento seguro. Sobre esta piedra viva, pueden edificar igualmente judíos y gentiles. Es bastante ancho para todos, y bastante fuerte para sostener el peso y la carga de todo el mundo. Este es un hecho claramente reconocido por Pablo mismo. En los días finales de su ministerio, cuando al dirigirse a un grupo de gentiles Creyentes que habían permanecido firmes en su amor a la verdad del Evangelio, el apóstol escribió que estaban “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo.” Efesios 2:19, 20. 3

Cuando el mensaje evangélico se extendió en Pisidia, los judíos incrédulos de Antioquía, cegados por el prejuicio, “concitaron mujeres pías y honestas, y a los principales de la ciudad, y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé y los echaron” de aquel distrito. 

Los apóstoles no se desanimaron por este trato; recordaron las palabras del Señor: “Bienaventurados sois cuando os vituperaren y os persiguieren, y dijeren de vosotros todo mal por mi causa, mintiendo. Gozaos y alegraos; porque vuestra merced es grande en los cielos: que así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.” Mateo 5:11, 12

El mensaje evangélico avanzaba, y los apóstoles tenían plena razón para sentirse animados. Sus labores habían sido ricamente bendecidas entre los de Pisidia que vivían en Antioquía, y los creyentes a quienes habían dejado solos para continuar la obra durante un tiempo, “estaban llenos de gozo, y del Espíritu Santo.”

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