28 de marzo de 2019
Los Hechos de los Apóstoles (Ellen G. White)
Capítulo 18
La predicación entre los paganos
La predicación entre los paganos
Los listrenses razonaban que habían contemplado con sus propios ojos el milagroso poder ejercido por los apóstoles. Habían visto regocijarse con perfecta salud y fuerza a un lisiado que nunca antes había podido caminar. Sólo después de mucha persuasión de parte de Pablo, y de explicar cuidadosamente su misión y la de Bernabé como representantes del Dios del cielo y de su Hijo, el gran Sanador, el pueblo fué persuadido a abandonar su propósito.
Las labores de Pablo y Bernabé en Listra fueron repentinamente reprimidas por la malicia de “unos Judíos de Antioquía y de Iconio,” que, al enterarse del éxito del trabajo de los apóstoles entre los licaonianos, habían resuelto ir tras ellos y perseguirlos. Al llegar a Listra, los judíos lograron pronto inspirar a la gente la misma amargura de espíritu que los dominaba. Por falsedades y calumnias, aquellos que poco antes habían considerado a Pablo y Bernabé como seres divinos, quedaron convencidos de que en realidad los apóstoles eran peores que criminales y eran dignos de muerte.
El chasco que los listrenses habían sufrido al negárseles el privilegio de ofrecer sacrificio a los apóstoles los preparó para volverse contra Pablo y Bernabé con un entusiasmo parecido a aquel con el cual los habían aclamado como dioses. Incitados por los judíos, se propusieron atacar a los apóstoles por la fuerza. Los judíos les encomendaron que no le diesen a Pablo la oportunidad de hablar, arguyendo que si le concedían ese privilegio, embrujaría al pueblo.
Pronto fueron cumplidos los criminales designios de los enemigos del Evangelio. Entregándose a la influencia del mal, los listrenses quedaron poseídos de una furia satánica, y echando mano de Pablo, le apedrearon. El apóstol pensó que su fin había llegado. Recordó vívidamente el martirio de Esteban, y la cruel parte que él mismo había desempeñado en aquella ocasión. Cubierto de magulladuras y desmayando de dolor, cayó al suelo, y la enfurecida multitud, lo sacó “fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto.”
Comentarios
Publicar un comentario