16 de marzo de 2019
Los Hechos de los Apóstoles (Ellen G. White)
Capítulo 16
El evangelio en Antioquía
El evangelio en Antioquía
Los que se inclinan a considerar su juicio individual como supremo están en grave peligro. Es un plan estudiado de Satanás separarlos de aquellos que son canales de luz y por medio de quienes Dios ha obrado para unificar y extender su obra en la tierra. Descuidar o despreciar a aquellos a quienes Dios ha señalado para llevar las responsabilidades de la dirección en relación con el avance de la verdad, es rechazar los medios que ha dispuesto para ayudar, animar y fortalecer a su pueblo. El que cualquier obrero de la causa de Dios pase por alto a los tales y piense que la luz divina no puede venir por ningún otro medio que directamente de Dios, es colocarse en una posición donde está expuesto a ser engañado y vencido por el enemigo. El Señor en su sabiduría ha dispuesto que por medio de la estrecha relación que deberían mantener entre sí todos los creyentes, un cristiano esté unido a otro cristiano, y una iglesia a otra iglesia. Así el instrumento humano será capacitado para cooperar con el divino. Todo agente ha de estar subordinado al Espíritu Santo, y todos los creyentes han de estar unidos en un esfuerzo organizado y bien dirigido para dar al mundo las alegres nuevas de la gracia de Dios. HAp 133.1
Pablo consideró la ocasión de su ordenación formal como el punto de partida que marcaba una nueva e importante época de su vida. Y desde esa ocasión hizo arrancar más tarde el comienzo de su apostolado en la iglesia cristiana. HAp 133.2
Mientras la luz del Evangelio brillaba con esplendor en Antioquía, los apóstoles que habían quedado en Jerusalén continuaban haciendo una obra importante. Cada año, en el tiempo de las fiestas, muchos judíos de todos los países iban a Jerusalén para adorar en el templo. Algunos de esos peregrinos eran hombres de piedad ferviente y fervorosos estudiantes de las profecías. Estaban aguardando y ansiando el advenimiento del Mesías prometido, la esperanza de Israel. Mientras Jerusalén estaba llena de esos forasteros, los apóstoles predicaban a Cristo con denodado valor, aunque sabían que al hacerlo estaban arriesgando constantemente la vida. El Espíritu de Dios puso su sello sobre sus labores; se obtuvieron muchos conversos a la fe; y éstos, al volver a sus hogares en diversas partes del mundo, diseminaban las semillas de verdad en todas las naciones, y entre todas las clases de la sociedad. HAp 133.3
Entre los apóstoles que se ocupaban en esta obra, se destacaban Pedro, Santiago y Juan, quienes creían que Dios los había señalado para predicar a Cristo entre sus paisanos. Trabajaban fiel y sabiamente, dando testimonio de las cosas que habían visto y oído; y apelando a la “palabra profética más permanente” (2 Pedro 1:19), esforzábanse por persuadir a “la casa de Israel ... que a este Jesús que” los judíos habían rechazado, Dios había “hecho Señor y Cristo.” Hechos 2:36.
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