26 de marzo de 2019
Los Hechos de los Apóstoles (Ellen G. White)
Capítulo 18
La predicación entre los paganos
La predicación entre los paganos
En Listra no había sinagoga judía, aunque vivían en la ciudad unos pocos judíos. Muchos de los habitantes de Listra adoraban en un templo dedicado a Júpiter. Cuando Pablo y Bernabé aparecieron en la ciudad y, reuniendo a su alrededor a los listrenses, explicaron las verdades sencillas del Evangelio, muchos trataron de relacionar esas doctrinas con su propia creencia supersticiosa en el culto de Júpiter.
Los apóstoles se esforzaron por impartir a estos idólatras un conocimiento del Dios Creador y de su Hijo, el Salvador de la especie humana. Primero atrajeron su atención a las obras admirables de Dios, que son el sol, la luna y las estrellas, el hermoso orden de las estaciones sucesivas, las altas montañas cubiertas de nieve, los frondosos árboles, y otras varias maravillas de la naturaleza, que demostraban una habilidad que superaba la comprensión humana. Por medio de estas obras del Todopoderoso, los apóstoles dirigieron la mente de los paganos a la contemplación del gran Gobernante del universo.
Habiendo presentado estas verdades fundamentales concernientes al Creador, los apóstoles hablaron a los listrenses del Hijo de Dios, que vino del cielo a nuestro mundo porque amaba a los hijos de los hombres. Hablaron de su vida y ministerio, su rechazamiento por aquellos a quienes vino a salvar, su juicio y crucifixión, su resurrección y su ascensión al cielo, para actuar allí como abogado del hombre. Así, con el Espíritu y el poder de Dios, Pablo y Bernabé predicaron el Evangelio en Listra.
En una oportunidad, mientras Pablo estaba hablando a la gente de la obra de Cristo como sanador de los enfermos y afligidos, vió entre sus oyentes un lisiado, cuyos ojos estaban fijos en él, y que recibía y creía sus palabras. El corazón de Pablo se conmovió de simpatía hacia el hombre afligido, en quien discernía a uno que “tenía fe para ser sano.” En presencia de la asamblea idólatra, Pablo ordenó al lisiado que se pusiera de pie. Hasta entonces el enfermo no había podido más que sentarse, pero ahora, obedeció instantáneamente a la orden de Pablo, y por primera vez en su vida se puso de pie. Al ejercer así su fe, recibió fuerzas, y el que había sido lisiado “saltó, y anduvo.”
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