29 de marzo de 2019

Los Hechos de los Apóstoles (Ellen G. White)
Capítulo 18
La predicación entre los paganos

En esa hora de obscuridad y prueba, los creyentes de Listra, que mediante el ministerio de Pablo y Bernabé se habían convertido a la fe de Jesús, permanecieron leales y fieles. La irrazonable opposición y cruel persecución de sus enemigos sirvieron solamente para confirmar la fe de estos devotos hermanos; y ahora, frente al peligro y el escarnio, mostraron su lealtad reuniéndose con tristeza alrededor del cuerpo de aquel que creían muerto. 

Cuál no fué su sorpresa cuando, en medio de sus lamentos, el apóstol levantó repentinamente la cabeza, y se puso en pie, con alabanza de Dios en sus labios. Esta inesperada restauración del siervo de Dios fué considerada por los creyentes como un milagro del poder divino, y pareció poner el sello del Cielo sobre su cambio de creencia. Se regocijaron con indecible alegría, y alabaron a Dios con renovada fe.

Entre los que se convirtieron en Listra, y que fueron testigos oculares de los sufrimientos de Pablo, se contaba uno que había de llegar a ser más tarde un obrero eminente de Cristo, quien había de participar con el apóstol en las pruebas y los goces del servicio de avanzada en campos difíciles. Era un joven llamado Timoteo. Cuando Pablo fué arrastrado fuera de la ciudad, este joven discípulo se hallaba entre aquellos que se quedaron al lado de su cuerpo aparentemente sin vida, y que le vieron levantarse, magullado y cubierto de sangre, pero con alabanzas en los labios, porque se le había permitido sufrir por Cristo. 

Al día siguiente de la lapidación de Pablo, los apóstoles partieron para Derbe, donde sus labores fueron bendecidas, y muchas almas fueron inducidas a recibir a Cristo como el Salvador. Pero cuando “hubieron anunciado el evangelio a aquella ciudad, y enseñado a muchos,” ni Pablo ni Bernabé estaban contentos con emprender obra en cualquier otra parte sin confirmar la fe de los conversos que se habían visto obligados a dejar solos por un tiempo en los lugares donde habían trabajado recientemente. Y así, sin amedrentarse frente al peligro, “volvieron a Listra, y a Iconio, y a Antioquía confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe.” Muchos habían aceptado las buenas nuevas del Evangelio, y se habían expuesto así al vituperio y la oposición. A éstos trataron los apóstoles de establecerlos en la fe, a fin de que el trabajo hecho pudiera subsistir.

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