30 de marzo de 2019

Los Hechos de los Apóstoles (Ellen G. White)
Capítulo 18
La predicación entre los paganos

Como factor importante del crecimiento espiritual de los nuevos conversos, los apóstoles se esforzaron por rodearlos con las salvaguardias del orden evangélico. Organizaron iglesias en todos los lugares de Licaonia y Pisidia donde había creyentes. En cada iglesia elegían directores y establecían el debido orden y sistema para la conducción de todos los asuntos pertenecientes al bienestar espiritual de los creyentes. 

Esto estaba en armonía con el plan evangélico de unir en un solo cuerpo a todos los creyentes en Cristo, y Pablo tuvo mucho cuidado de seguir este plan en todo su ministerio. Los que en cualquier lugar eran inducidos por sus labores a aceptar a Cristo como su Salvador, eran, al debido tiempo, organizados en iglesia. Se hacía esto aun cuando los creyentes no fueran sino pocos. Así se les enseñaba a los cristianos a ayudarse unos a otros, recordando la promesa: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos.” Mateo 18:20

Y Pablo no olvidaba a las iglesias así establecidas. El cuidado de esas iglesias pesaba sobre su ánimo como una carga siempre creciente. Por pequeño que fuera el grupo, era no obstante objeto de su constante solicitud. Velaba tiernamente por las iglesias más pequeñas, comprendiendo que necesitaban especial cuidado, a fin de que los miembros pudieran ser cabalmente establecidos en la verdad, y enseñados a realizar esfuerzos fervientes y abnegados por aquellos que los rodeaban. 

En todos sus esfuerzos misioneros, Pablo y Bernabé procuraban seguir el ejemplo de Cristo de voluntario sacrificio y fiel y fervorosa labor en bien de las almas. Siempre despiertos, celosos e infatigables, no tomaban en cuenta su personal inclinación y comodidad, sino que en incesante actividad y orando anhelosamente sembraban la semilla de verdad. Al propio tiempo tenían mucho cuidado de dar valiosísimas instrucciones prácticas a cuantos se decidían en favor del Evangelio. Este fervor y piadoso temor producían en los nuevos discípulos una duradera impresión acerca de la importancia del Evangelio. 

Cuando se convertían hombres promisorios y capaces como en el caso de Timoteo, procuraban Pablo y Bernabé presentarles vívidamente la necesidad de trabajar en la viña del Señor. Y cuando los apóstoles se iban a otra ciudad, la fe de esos conversos no disminuía, sino que se acrecentaba. Habían sido fielmente instruídos en el camino del Señor y enseñados a trabajar abnegada, fervorosa y perseverantemente por la salvación de sus prójimos. Esta solícita educación de los neófitos era un importante factor del notable éxito que obtuvieron Pablo y Bernabé al predicar el Evangelio en tierras paganas. 

El primer viaje misionero se acercaba rápidamente a su fin. Encomendando al Señor las iglesias recién organizadas, los apóstoles fueron a Panfilia, “y habiendo predicado la palabra en Perge, descendieron a Atalia; y de allí navegaron a Antioquía.”

Comentarios