22 de marzo de 2019
Los Hechos de los Apóstoles (Ellen G. White)
Capítulo 17
Heraldos del evangelio
Heraldos del evangelio
Siglos antes, la pluma de la inspiración había descrito esta cosecha de los gentiles; pero esas declaraciones proféticas se habían entendido sólo obscuramente. Oseas había dicho: “Sin embargo, ... el número de los hijos de Israel será como las arenas del mar, que no pueden ser medidas ni contadas: y acontecerá que en el lugar donde les fué dicho: No sois mi pueblo, les será dicho: ¡Hijos sois del Dios vivo!” Y en otro lugar: “Te sembraré para mí mismo en la tierra; y me compadeceré de la no compadecida, y al que dije que no era mi pueblo, le diré: ¡Pueblo mío eres! y él me dirá a mí: ¡Tú eres mi Dios!” Oseas 1:10; 2:23 (VM).
El Salvador mismo, durante su ministerio terrenal, predijo la difusión del Evangelio entre los gentiles. En la parábola de la viña, declaró a los impenitentes judíos: “El reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que haga los frutos de él.” Mateo 21:43. Y después de su resurrección, comisionó a sus discípulos a ir “por todo el mundo,” y doctrinar “a todos los Gentiles.” No debían dejar a nadie sin amonestar, sino que habían de predicar “el evangelio a toda criatura.” Mateo 28:19; Marcos 16:15.
Al volverse a los gentiles en Antioquía de Pisidia, Pablo y Bernabé no dejaron de trabajar por los judíos dondequiera que tuviesen oportunidad de hacerse oír. Más tarde, en Tesalónica, en Corinto, en Efeso y en otros centros importantes, Pablo y sus compañeros de labor predicaron el Evangelio tanto a los judíos como a los gentiles. Pero sus mejores energías se dirigieron desde entonces a la edificación del reino de Dios en territorio pagano, entre pueblos que no tenían sino poco o ningún conocimiento del verdadero Dios y de su Hijo.
El corazón de Pablo y de sus colaboradores suspiraba por aquellos que estaban “sin Cristo, alejados de la república de Israel, y extranjeros a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.” Mediante el incansable ministerio de los apóstoles de los gentiles, los “extranjeros” y “advenedizos,” que “en otro tiempo” estaban “lejos,” supieron que habían “sido hechos cercanos por la sangre de Cristo,” y que por la fe en su sacrificio expiatorio, podían llegar a ser “juntamente ciudadanos con los santos, y domésticos de Dios.” Efesios 2:12, 13, 19.
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