04 de marzo de 2019

Los Hechos de los Apóstoles (Ellen G. White)
Capítulo 15
Librado de la cárcel

Mientras que por diversos pretextos la ejecución de Pedro fué postergada hasta después de la Pascua, los miembros de la iglesia tuvieron tiempo para examinar profundamente sus corazones y orar con fervor. Oraban sin cesar por Pedro; porque les parecía que la causa no podría pasarlo sin él. Se daban cuenta de que habían llegado a un punto en que sin la ayuda especial de Dios, la iglesia de Cristo sería destruida. 

Mientras tanto, los adoradores de todas las naciones buscaban el templo que había sido dedicado al culto de Dios. Resplandeciente con oro y piedras preciosas, ofrecía una vista de belleza y magnificencia. Pero Jehová no se hallaba más en ese hermoso palacio. Israel como nación se había divorciado de Dios. Cuando Cristo, casi al fin de su ministerio terrenal, miró por última vez el interior del templo, dijo: “He aquí vuestra casa os es dejada desierta.” Mateo 23:38. Hasta entonces había llamado al templo la casa de su Padre, pero cuando el Hijo de Dios salió de sus muros, la presencia de Dios fué quitada para siempre del templo edificado a su gloria. 

Finalmente fué señalado el día de la ejecución de Pedro, pero las oraciones de los creyentes siguieron ascendiendo al cielo; y mientras que todas sus energías y simpatías se expresaban en fervientes pedidos de ayuda los ángeles de Dios velaban sobre el encarcelado apóstol. 

Recordando cómo en ocasión anterior los apóstoles habían escapado de la cárcel, Herodes había tomado esta vez dobles precauciones. Para evitar toda posibilidad de que se lo libertase, se había puesto a Pedro bajo la custodia de dieciséis soldados que, en diversas guardias, cuidaban de él día y noche. En su celda, había sido colocado entre dos soldados, y estaba ligado por dos cadenas, aseguradas a la muñeca de ambos soldados. No podía moverse sin que ellos lo supieran. Manteniendo las puertas cerradas con toda seguridad y delante de ellas una fuerte guardia, se había eliminado toda oportunidad de escapar por medios humanos. Pero la situación extrema del hombre es la oportunidad de Dios. 

Pedro estaba encerrado en una celda cortada en la peña viva, cuyas puertas se hallaban atrancadas con fuertes cerrojos y barras; y los soldados de guardia eran responsables de la custodia de su preso. Pero los cerrojos y las barras y la guardia romana, que eliminaban eficazmente toda posibilidad de ayuda humana, estaban destinados a hacer más completo el triunfo de Dios en la liberación de Pedro. Herodes estaba alzando la mano contra el Omnipotente, y había de resultar totalmente derrotado. Por la manifestación de su poder, Dios iba a salvar la preciosa vida que los judíos se proponían quitar.

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