04 de julio de 2019

Capítulo 39—El juicio en Cesarea


¡Cuánto contrastaba el proceder de Félix con el del carcelero de Filipos! Los siervos del Señor fueron conducidos en cadenas al carcelero, como Pablo a Félix. La evidencia que dieron de ser sostenidos por un poder divino, su regocijo bajo el sufrimiento y la desgracia, su valentía cuando la tierra temblaba por el terremoto, su espíritu perdonador semejante al de Cristo, produjeron convicción en el corazón del carcelero, y temblando confesó sus pecados y halló perdón. Félix tembló pero no se arrepintió. El carcelero dió alegremente la bienvenida al Espíritu de Dios en su corazón y en su hogar; Félix pidió al mensajero divino que se fuera. El uno escogió llegar a ser hijo de Dios y heredero del cielo; el otro echó su suerte con los obradores de iniquidad.

Durante dos años no se siguió el juicio contra Pablo, pero quedó preso. Félix le visitó varias veces y escuchaba atentamente sus palabras. Pero el verdadero motivo de esta amistad aparente era un deseo de lucro, pues insinuó que por el pago de una gran suma de dinero Pablo podría obtener su libertad. El apóstol, sin embargo, era de una naturaleza demasiado noble para librarse por cohecho. No era culpable de ningún crimen, y no quería rebajarse a cometer un mal para obtener la libertad. Además, aunque hubiese estado dispuesto a hacerlo, era demasiado pobre para pagar un rescate tal, y no habría recurrido para ello a la simpatía y generosidad de sus conversos. También sentía que estaba en las manos de Dios, y no quería malograr los propósitos divinos respecto a él.

Al fin, Félix fué llamado a Roma a causa de graves injusticias cometidas contra los judíos. Antes de salir de Cesarea en respuesta a este llamamiento, pensó “ganar la gracia de los Judíos” dejando a Pablo en la cárcel. Pero Félix no tuvo éxito en su tentativa de recobrar la confianza de los judíos. Fué destituido, y Porcio Festo le sucedió, con sede en Cesarea.

Se permitió que un rayo de luz iluminase a Félix desde el cielo, cuando Pablo razonó con él en cuanto a la justicia, la temperancia y el juicio venidero. Esa fué la oportunidad que el Cielo le concedió para que viera y abandonara sus pecados. Pero dijo al mensajero de Dios: “Ahora vete; mas en teniendo oportunidad te llamaré.” Despreció el último ofrecimiento de gracia. Nunca más recibiría otro llamamiento de Dios.

Comentarios