14 de agosto de 2019
Capítulo 52—Firme hasta el fin
Por muy convincente que fuese esa evidencia de la certidumbre de la esperanza de los creyentes, había otra aun más convincente en el testimonio de la profecía, por medio de la cual la fe de todos puede ser confirmada y asegurada firmemente. “Tenemos también—declaró Pedro—la palabra profética más permanente, a la cual hacéis bien de estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro hasta que el día esclarezca, y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de particular interpretación, porque la profecía no fué en los tiempos pasados traída por voluntad humana, sino los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo.”
Mientras exaltaba “la palabra profética más permanente” como un guía seguro en tiempo de peligro, el apóstol amonestó solemnemente a la iglesia contra la antorcha de la falsa profecía, la que sería levantada por “falsos doctores, que introducirán encubiertamente herejías de perdición, y negarán al Señor.” A esos falsos maestros, aparecidos en la iglesia y considerados por muchos de los hermanos en la fe como verdaderos, el apóstol los compara a “fuentes sin agua, y nubes traídas de torbellino de viento; para los cuales está guardada la oscuridad de las tinieblas para siempre.” “Sus postrimerías—dice—les son hechas peores que los principios. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, tornarse atrás del santo mandamiento que les fué dado.”
Mirando hacia adelante a través de los siglos hasta el tiempo del fin, fué inspirado a señalar las condiciones que habrían de existir en el mundo precisamente antes de la segunda venida de Cristo. “En los postrimeros días vendrán burladores—escribió,—andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación.” Pero “cuando dirán, Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción de repente.” 1 Tesalonicenses 5:3. No todos, sin embargo, serían engañados por los artificios del enemigo. Cuando el fin de todas las cosas terrenales esté cerca, se encontrarán fieles creyentes capaces de discernir las señales de los tiempos. Aunque un gran número de creyentes profesos negarán su fe por sus obras, habrá un remanente que resistirá hasta el fin.
Pedro guardaba viva en su corazón la esperanza del regreso de Cristo, y aseguró a la iglesia del infalible cumplimiento de la promesa del Salvador: “Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo.” Juan 14:3. Para los atribulados y fieles la venida de Cristo iba a parecer muy demorada, pero el apóstol les aseguró: “El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Mas el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella están serán quemadas.
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