10 de septiembre de 2019
Capítulo 58—La iglesia triunfante
Y escribió a los corintios: “Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima: empero cada uno vea cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si alguno edificare sobre este fundamento oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca; la obra de cada uno será manifestada; porque el día la declarará; porque por el fuego será manifestada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego hará la prueba.” 1 Corintios 3:10-13.
Los apóstoles edificaron sobre un fundamento seguro, la Roca de los siglos. Sobre ese fundamento colocaron las piedras que extrajeron del mundo. Los edificadores no hicieron su obra sin afrontar obstáculos. Se hizo sumamente difícil a causa de la oposición de los enemigos de Cristo. Tuvieron que luchar contra el fanatismo, el prejuicio y el odio de los que edificaban sobre un fundamento falso. Muchos de los que trabajaban como edificadores de la iglesia podían compararse con los que construían las murallas en los días de Nehemías, de quienes se escribió: “Los que edificaban en el muro, y los que llevaban cargas y los que cargaban, con la una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada.” Nehemías 4:17.
Reyes y gobernantes, sacerdotes y magistrados, procuraron destruir el templo de Dios. Pero frente al encarcelamiento, tortura y muerte, hombres fieles llevaron la obra adelante; y la estructura creció hermosa y simétrica. A veces los trabajadores estaban casi cegados por la neblina de superstición que se levantaba en su derredor. Por momentos se encontraban casi abrumados por la violencia de sus opositores. Pero con fe firme y valor inquebrantable prosiguieron con la obra.
Uno tras otro, los primeros edificadores cayeron a mano del enemigo. Esteban fué apedreado; Santiago, muerto por la espada; Pablo, decapitado; Pedro, crucificado; Juan, desterrado. A pesar de ello la iglesia crecía. Nuevos obreros tomaban el lugar de los que caían, y piedra tras piedra se colocaba en el edificio. Así, lentamente se levantaba el templo de la iglesia de Dios.
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