29 de agosto de 2019

Capítulo 56—Patmos


La historia de Juan nos proporciona una notable ilustración de cómo Dios puede usar a los obreros de edad. Cuando Juan fué desterrado a la isla de Patmos, muchos le consideraban incapaz de continuar en el servicio, y como una caña vieja y quebrada, propensa a caer en cualquier momento. Pero el Señor juzgó conveniente usarle todavía. Aunque alejado de las escenas de su trabajo anterior, no dejó de ser un testigo de la verdad. Aun en Patmos se hizo de amigos y conversos. Su mensaje era de gozo, pues proclamaba un Salvador resucitado que desde lo alto estaba intercediendo por su pueblo hasta que regresase para llevarlo consigo. Después que Juan había envejecido en el servicio de su Señor, recibió más comunicaciones del cielo de las que había recibido durante todos los años anteriores de su vida.

La más tierna consideración debe abrigarse hacia aquellos cuyos intereses durante toda la vida estuvieron ligados a la obra de Dios. Esos obreros ancianos han permanecido fieles en medio de tormentas y pruebas. Pueden tener achaques, pero aún poseen talentos que los hacen aptos para ocupar su lugar en la causa de Dios. Aunque gastados e imposibilitados de llevar las pesadas cargas que los más jóvenes pueden y deben llevar, el consejo que pueden dar es del más alto valor.

Pueden haber cometido equivocaciones, pero de sus fracasos aprendieron a evitar errores y peligros y, ¿no serán por lo tanto competentes para dar sabios consejos? Sufrieron pruebas y dificultades y aun cuando perdieron parte de su vigor, el Señor no los pone a un lado. Les da gracia especial y sabiduría.

Los que sirvieron a su Maestro cuando el trabajo era duro, soportaron pobreza y se mantuvieron fieles cuando solamente unos pocos estaban de parte de la verdad, deben ser honrados y respetados. El Señor desea que los obreros más jóvenes logren sabiduría, fuerza y madurez por su asociación con esos hombres fieles. Reconozcan los más jóvenes que al tener entre ellos tales obreros son altamente favorecidos. Déseles un lugar honorífico en sus concilios.

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