25 de agosto de 2019
Capítulo 56—Patmos
Más de medio siglo había pasado desde la organización de la iglesia cristiana. Durante ese tiempo se había manifestado una oposición constante al mensaje evangélico. Sus enemigos no habían cejado en sus esfuerzos, y finalmente lograron la cooperación del emperador romano en su lucha contra los cristianos.
Durante la terrible persecución que siguió, el apóstol Juan hizo mucho para confirmar y fortalecer la fe de los creyentes. Dió un testimonio que sus adversarios no pudieron contradecir, y que ayudó a sus hermanos a afrontar con valor y lealtad las pruebas que les sobrevinieron. Cuando la fe de los cristianos parecía vacilar ante la terrible oposición que debían soportar, el anciano y probado siervo de Jesús les repetía con poder y elocuencia la historia del Salvador crucificado y resucitado. Sostuvo firmemente su fe, y de sus labios brotó siempre el mismo mensaje alentador: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos mirado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida, ... lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos.” 1 Juan 1:1-3.
Juan vivió hasta ser muy anciano. Fué testigo de la destrucción de Jerusalén y de la ruina del majestuoso templo. Como último sobreviviente de los discípulos que estuvieron íntimamente relacionados con el Salvador, su mensaje tenía gran influencia cuando manifestaba que Jesús era el Mesías, el Redentor del mundo. Nadie podía dudar de su sinceridad, y mediante sus enseñanzas muchos fueron inducidos a salir de la incredulidad.
Comentarios
Publicar un comentario