27 de septiembre de 2019
Capítulo 2—La fe de los mártires
No hay duda de que los cristianos primitivos fueron un pueblo peculiar. Su conducta intachable y su fe inquebrantable constituían un reproche continuo que turbaba la paz del pecador. Aunque pocos en número, escasos de bienes, sin posición ni títulos honoríficos, aterrorizaban a los obradores de maldad dondequiera que fueran conocidos su carácter y sus doctrinas. Por eso los odiaban los impíos, como Abel fue aborrecido por el impío Caín. Por el mismo motivo que tuvo Caín para matar a Abel, los que procuraban librarse de la influencia refrenadora del Espíritu Santo daban muerte a los hijos de Dios. Por ese mismo motivo los judíos habían rechazado y crucificado al Salvador, es a saber, porque la pureza y la santidad del carácter de este constituían una reprensión constante para su egoísmo y corrupción. Desde el tiempo de Cristo hasta hoy, sus verdaderos discípulos han despertado el odio y la oposición de los que siguen con deleite los senderos del mal.
¿Cómo pues, puede llamarse el evangelio un mensaje de paz? Cuando Isaías predijo el nacimiento del Mesías, le confirió el título de “Príncipe de Paz”. Cuando los ángeles anunciaron a los pastores que Cristo había nacido, cantaron sobre los valles de Belén: “Gloria en las alturas a Dios, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres”. Lucas 2:14. Hay contradicción aparente entre estas declaraciones proféticas y las palabras de Cristo: “No vine a traer paz, sino espada”. Mateo 10:34 (VM). Pero si se las entiende correctamente, se nota armonía perfecta entre ellas. El evangelio es un mensaje de paz. El cristianismo es un sistema que, de ser recibido y practicado, derramaría paz, armonía y dicha por toda la tierra. La religión de Cristo unirá en estrecha fraternidad a todos los que acepten sus enseñanzas. La misión de Jesús consistió en reconciliar a los hombres con Dios, y así a unos con otros; pero el mundo en su mayoría se halla bajo el dominio de Satanás, el enemigo más encarnizado de Cristo. El evangelio presenta a los hombres principios de vida que contrastan por completo con sus hábitos y deseos, y por esto se rebelan contra él. Aborrecen la pureza que pone de manifiesto y condena sus pecados, y persiguen y dan muerte a quienes los instan a reconocer sus sagrados y justos requerimientos. Por esto, es decir, por los odios y disensiones que despiertan las verdades que trae consigo, el evangelio se llama una espada.
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