06 de julio de 2019

Capítulo 40—Pablo apela a César


Así fué como una vez más, a causa del odio nacido del fanatismo y de la justicia propia, un siervo de Dios fué inducido a buscar protección entre los paganos. Fué este mismo odio el que indujo a Elías a huir y pedir socorro a la viuda de Sarepta; y el que obligó a los heraldos del Evangelio a apartarse de los judíos para proclamar su mensaje a los gentiles. Y el pueblo de Dios que vive en este siglo tiene todavía que afrontar este odio. Entre muchos de los profesos seguidores de Cristo existe el mismo orgullo, formalismo y egoísmo, el mismo espíritu opresor, que reinaba en tan grande medida en el corazón de los judíos. En lo futuro, hombres que se digan representantes de Cristo seguirán una conducta similar a la de los sacerdotes y príncipes en su manera de tratar a Cristo y a los apóstoles. En la gran crisis por la cual tendrán que pasar pronto, los fieles siervos de Dios encontrarán la misma dureza de corazón, la misma cruel determinación y el mismo odio implacable.

Todo el que en ese día malo quiera servir sin temor a Dios, de acuerdo con los dictados de su conciencia, necesitará valor, firmeza y conocimiento de Dios y de su Palabra; porque los que sean fieles a Dios serán perseguidos, sus motivos serán condenados, sus mejores esfuerzos serán desfigurados y sus nombres serán denigrados. Satanás obrará con todo su poder engañador para influir en el corazón y obscurecer el entendimiento, para hacer pasar lo malo por bueno, y lo bueno por malo. Cuanto más fuerte y pura sea la fe del pueblo de Dios, y más firme su determinación de obedecerle, más fieramente tratará Satanás de excitar contra ellos la ira de los que, mientras pretenden ser justos, pisotean la ley de Dios. Se requerirá la más firme confianza, el más heroico propósito, para conservar la fe una vez dada a los santos.

Dios desea que su pueblo se prepare para la crisis venidera. Esté preparado o no, tendrá que afrontarla; y solamente aquellos que vivan en conformidad con la norma divina, permanecerán firmes en el tiempo de la prueba. Cuando los gobernantes seculares se unan con los ministros de la religión para legislar en asuntos de conciencia, entonces se verá quiénes realmente temen y sirven a Dios. Cuando las tinieblas sean más profundas, la luz de un carácter semejante al de Dios brillará con el máximo fulgor. Cuando fallen todas las demás confianzas, entonces se verá quiénes confían firmemente en Jehová. Y mientras los enemigos de la verdad estén por doquiera, vigilando a los siervos de Dios para mal, Dios velará por ellos para bien. Será para ellos como la sombra de un gran peñasco en tierra desierta.

Comentarios