08 de agosto de 2019

Capítulo 51—Un fiel subpastor


Así sucedía con Pedro y sus condiscípulos. Cristo es el revelador de la verdad al mundo. Por él, la simiente incorruptible—la Palabra de Dios—fué sembrada en el corazón de los hombres. Pero muchas de las más preciosas lecciones del gran Maestro fueron habladas a quienes no las entendían. Cuando, después de su ascensión, el Espíritu Santo trajo sus enseñanzas a la memoria de los discípulos, se despertaron sus sentidos dormidos. El significado de esas verdades iluminó sus mentes como una nueva revelación, y la verdad, pura y sin adulteración, se hizo lugar. Entonces la maravillosa experiencia de la vida de Cristo llegó a ser suya. La Palabra dió testimonio por medio de ellos, los hombres de su elección, y proclamaron la importante verdad: “Y aquel Verbo [Palabra] fué hecho carne, y habitó entre nosotros ... lleno de gracia y de verdad.” “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia por gracia.” Juan 1:14-16.

El apóstol exhortó a los creyentes a estudiar las Escrituras, para que por medio de un adecuado entendimiento de ellas pudiesen realizar una segura obra para la eternidad. Pedro comprobó que en la experiencia de cada persona que finalmente obtiene la victoria, existen momentos de perplejidad y prueba; pero sabía también que la comprensión de las Escrituras podía capacitar al tentado, trayendo a la mente promesas que podían confortar el corazón y reforzar la fe en el Poderoso.

“Toda carne es como la hierba—declaró,—y toda la gloria del hombre como la flor de la hierba: secóse la hierba, y la flor se cayó; mas la palabra del Señor permanece perpetuamente. Y ésta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada. Dejando pues toda malicia, y todo engaño, y fingimientos, y envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual, sin engaño, para que por ella crezcáis en salud: si empero habéis gustado que el Señor es benigno.”

Muchos de los creyentes a quienes Pedro dirigió sus cartas vivían en medio de paganos, y su permanencia en la verdad dependía mucho de que permaneciesen fieles a la alta vocación de su profesión. El apóstol les manifestó claramente sus privilegios como seguidores de Cristo Jesús. “Mas vosotros sois linaje escogido—escribió,—real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable: vosotros, que en el tiempo pasado no erais pueblo, mas ahora sois pueblo de Dios; que en el tiempo pasado no habíais alcanzado misericordia, mas ahora habéis alcanzado misericordia.

“Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, teniendo vuestra conversación honesta entre los Gentiles; para que, en lo que ellos murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación.”

El apóstol delineó claramente cual debía ser la actitud de los creyentes hacia las autoridades civiles: “Sed pues sujetos a toda ordenación humana por respeto a Dios: ya sea al rey, como a superior; ya a los gobernadores, como de él enviados para venganza de los malhechores, y para loor de los que hacen bien. Porque ésta es la voluntad de Dios; que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres vanos: como libres, y no como teniendo la libertad por cobertura de malicia, sino como siervos de Dios. Honrad a todos. Amad la fraternidad. Temed a Dios. Honrad al rey.”

A los que eran siervos les amonestó: “Sed sujetos con todo temor a vuestros amos; no solamente a los buenos y humanos, sino también a los rigurosos. Porque esto es agradable—explicaba el apóstol,—si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente. Porque ¿qué gloria es, si pecando vosotros sois abofeteados, y lo sufrís? mas si haciendo bien sois afligidos, y lo sufrís, esto es ciertamente agradable delante de Dios. Porque para esto sois llamados; pues que también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que vosotros sigáis sus pisadas: el cual no hizo pecado; ni fué hallado engaño en su boca: quien cuando le maldecían, no retornaba maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino remitía la causa al que juzga justamente: el cual mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros siendo muertos a los pecados, vivamos a la justicia: por la herida del cual habéis sido sanados. Porque vosotros erais como ovejas descarriadas; mas ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.”

El apóstol exhortó a las mujeres creyentes a ser virtuosas en su conversación y modestas en su vestuario y conducta. “El adorno de las cuales—aconsejó—no sea exterior con encrespamiento del cabello, y atavío de oro, ni en compostura de ropas; sino el hombre del corazón que está encubierto, en incorruptible ornato de espíritu agradable y pacífico, lo cual es de grande estima delante de Dios.”

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